La atención a los alumnos y alumnas con necesidades educativas especiales



por Daniela Calderón 




Síntesis y principales conclusiones:

En un inicio los autores trabajan el concepto de necesidades educativas especiales (n.e.e), analizando el proceso histórico que permite comprender el origen y desarrollo de dicho concepto. En la primera mitad del siglo XX, los alumnos ahora considerados con n.n.e, eran catalogados de ineducables, ya que se creía que sus déficits eran endógenos e incurables. Ya hacia la segunda mitad del siglo XX comienza a desarrollarse una perspectiva ambientalista que si bien aportó a la idea de educabilidad de estos alumnos e impulsó la creación de escuelas especiales, es también cuestionable pues centra el “problema” en las dificultades individuales de los alumnos, perpetuando su discriminación y aislamiento.

A mediados de los años 70 comienza a aparecer el concepto de integración, gracias al cual se impulsa un cambio paulatino en la consideración del alumnado con discapacidades desde sujetos pasivos y segregados, a sujetos activos con derecho a la normalización en todos los ámbitos de su vida, lo que se conoce como el efecto Warnock que representó un gran avance en cuanto al compromiso de acción educativa con las posibilidades de aprendizaje de todos los estudiantes.

Estos avances se concretaron en un consenso a nivel internacional gracias a la conferencia mundial de la UNESCO de 1994, que consagró el concepto de n.e.e desplazando el uso de antiguos términos negativos y estigmatizadores. Este concepto implicó una visión más abarcativa respecto a dicho alumnado, puesto que no sólo representa a aquellos con discapacidades, sino a cualquiera que en algún momento de su vida escolar requiera algún tipo de ayuda especial, lo que sin embargo es una desventaja en tanto continúa focalizando las intervenciones en un grupo determinado de alumnos, siendo éstos expuestos a una serie de vulneraciones como marginación y fracaso escolar.

En un segundo momento, los autores toman el concepto de n.e.e para realizar una crítica a éste, ya que se considera que su uso continúa realizando una división entre alumnos “normales” y “no tan normales” que impediría analizar críticamente la inclusión educativa, puesto que además de su falta de precisión, la perspectiva educativa que conlleva dificultaría posicionar la mirada sobre procesos de estigmatización y discriminación que sufren estos alumnos, puesto que se centra en los aspectos individuales “negativos” del alumnado y no considera aquellos aspectos socioculturales referentes a las políticas y cultura educativa al interior del colegio, que muchas veces implican procesos educativos de baja calidad. En cambio, si el análisis se centra en el concepto de “barreras al aprendizaje y la participación”, el foco se dirige hacia los procesos de interacción entre los alumnos y el contexto social del cual forman parte.

Finalmente, los autores sostienen que el trabajo de los orientadores frente al fenómeno de las n.e.e. posee un rol fundamental. A éstos se les realizan ciertas demandas con creencias implícitas erróneas que se deben romper. Es necesario que las evaluaciones, decisiones e intervenciones sean realizadas en conjunto entre todos los actores educativos, cada uno aportando desde su experticia, y considerando la opinión de los alumnos, al tiempo que se visibilicen aquellas barreras para la presencia, el aprendizaje y la participación presentes en la institución, ya sea en su funcionamiento, planificación, cultura, políticas, procesos educativos, etc. Así, de ser necesario un ajuste individual (no reducción de contenidos y objetivos), debiese existir un compromiso compartido entre todos los actores educativos para realizar dichas adaptaciones de la mejor manera posible para beneficiar el aprendizaje de todo el alumnado. Para optimizar este trabajo inclusivo se cuenta con el instrumento llamado Index for Inclusion, que permite a los centros educacionales autoevaluar sus facilitadores y barreras, y además aporta orientaciones para mejorías a los centros.


Breve comentario:

El análisis realizado por los autores permite reflexionar respecto a la comparación entre los diversos conceptos existentes y utilizados en la cotidianeidad en materia educativa, puesto que con facilidad se oyen términos en torno a discapacidad, normalidad-anormalidad, déficits, así como integración, necesidades especiales, capacidades diferentes, entre otros, sin embargo, no es común oír hablar de inclusión, marginación, estigmatización, ni mucho menos cuestionamientos sobre los procesos educativos y curriculares que influyen en las oportunidades de aprendizaje, sino que la discusión de suele centrar en características individuales de los alumnos. En este sentido, este texto permite cuestionar aquellos procesos y situaciones donde se ha tendido a invisibilizar la vulneración de muchos alumnos, dando cuenta del enorme trabajo que queda por realizar para avanzar hacia una educación más inclusiva; desde la perspectiva de los autores, derribando barreras para la presencia, el aprendizaje y la participación de todos los estudiantes.


Citas textuales:

“El continuo uso del término necesidades especiales sigue haciéndonos asumir la división entre aprendices normales y menos que normales lo que, a la larga, inhibe el desarrollo de un análisis crítico sobre la inclusión educativa” (Ballard, 1999, en Echeita & Galán, 2011, p. 10).

“Seguir hablando de alumnos con n.e.e. (…) desvía la atención de los procesos de opresión y discriminación que experimentan algunos alumnos o alumnas, refuerza una perspectiva esencialista, estática e individual (no sociocultural) respecto a los procesos de desarrollo y aprendizaje y tiende a sobreenfatizar los aspectos individuales y a sacar del foco de la atención aquellas políticas, valores y procesos educativos de baja calidad que, al interactuar negativamente con tales características y circunstancias individuales, son los que, en gran medida, mantienen la desventaja y la exclusión que muchos alumnos y alumnas sufren” (Bartón, 2009; Ainscow & Booth, 2002, en Echeita & Galán, 2011, p. 11).

“Para que este tipo de intervenciones sean, en efecto, beneficiosas para todo el alumnado lo que se requiere es indagar, reconocer y sacar a la luz (…) precisamente, las barreras para la presencia, el aprendizaje y la participación que pueden encontrarse tanto en la cultura de los centros escolares como en sus procesos de planificación, organización y funcionamiento, así como en las propias prácticas de su profesorado” (p. 15).


Referencia:

Echeita, G. & Galán, M. (2011). La atención a los alumnos y alumnas con necesidades educativas especiales. En Martín, E. & Mauri, T. (Coord.), Orientación Educativa. Atención a la diversidad y educación inclusiva (107-126). Barcelona: Graó.

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