El semestre pasado tuve la suerte
de entrevistar a uno de los integrantes del colectivo Las Putas Babilónicas,
del liceo Lastarria, quienes luchan por la revolución sexual desde la educación
misma, utilizando armas simbólicas como los tacos y el rouge para problematizar
los roles de género que como personas de sexo masculino se les han asignado e
impuesto socialmente. Como Carlos (el entrevistado) nos comentaba, para ellos
el liceo funciona como reproductor de las lógicas dominantes de género y
sexualidad, actuando como dispositivo normalizante y heteronormativo tanto en
sus reglamentos explícitos cómo (y principalmente) por medio de las prácticas
discursivas que se generan al interior del colegio, entre los diferentes
actores.
Es así como, desde su
experiencia, en el liceo se despliegan diversos mecanismos de control informales
en los que se intenta normalizar aquellas conductas que se alejan de los roles
de género dominantes, como por ejemplo, nos contaba que autoridades les
llamaban la atención si gritaban diciéndoles que “los hombres no gritan así”,
etc.
Una vez conformado como
colectivo, su forma de lucha es la “agresión”, ya que como nos comentaba
Carlos, se cansaron de pedir permiso, y comenzaron a ser contestatarios ante
cualquier insulto o comentario, dejando en claro que son actores sociales legítimos
con un espacio ganado en el liceo.
Este ejemplo de resistencia nos
permite reflexionar en torno a las relaciones que se dan entre homosexualidad y
educación en este colegio, ya que en este caso, según lo que podemos analizar
de la entrevista con Carlos, vemos que en el liceo comenzó a tomar fuerza una
lógica de integración, en tanto desde la misma directiva o en el discurso de
los profesores existía una tendencia a promover la “aceptación de la diferencia”,
sin embargo, no como una cualidad de todos, sino de unos pocos, en este caso los
homosexuales. En este sentido, podemos problematizar hasta qué punto las
medidas que el colegio haya podido tomar fueron efectivas para fomentar la
inclusión educativa, si se sigue manteniendo una cierta diferencia excluyente,
y si además, estos cambios se dan solo en lo visible, y en cambio, se mantienen
prácticas discursivas normalizantes, discriminatorias, etc.
Es así como podemos pensar ¿qué
tan efectivos pueden ser los discursos pro respeto, anti homofobia, etc. si al
ser planteados asumen a la base una marcada diferencia entre la “gran mayoría
de la heterosexualidad” y “la minoría homosexual que debe ser respetada”, sin
cuestionar la heteronorma que continúa estando a la base de ese discurso.
Contrario a esto, el colectivo
propone no esperar el respeto ni la aceptación de nadie, reapropiarse de los
insultos, y tomar las armas simbólicas que sean necesarias para desestabilizar
y problematizar el dispositivo de sexo/género que impera en el interior del
liceo y fuera de éste. Así, podemos reflexionar… si todos somos diferentes, y
la diversidad sexual es un hecho ¿cómo podemos acercarnos a una educación
inclusiva, si continuamos marcando la diferencia homosexual, solo que ahora proponemos
que ésta debe ser aceptada?, ¿qué puede aportar el respeto, si de base seguimos
asumiendo y legitimando la heterosexualidad como la sexualidad original, la
matriz, la normal, y la homosexualidad u otras como minorías, opciones
secundarias y/o desviaciones? Si la inclusión implica aceptar que todos somos
diferentes y que por tanto todos tenemos diferentes necesidades educativas en
diferentes momentos de nuestras vidas, ¿por qué la educación sexual formal e
informal continúa mostrando la heterosexualidad como lo "normal", y continua
mostrando e imponiendo los mismos roles estructurados e inamovibles de género?
Es por esto que, más que esperar
a que desde las autoridades de los colegios u otros actores hagan algo, lo que este
colectivo nos propone es tomar la lucha por las propias manos de los estudiantes,
lo que, al menos a nivel de relaciones con sus compañeros, se tradujo en una
convivencia mucho más inclusiva, donde éstos lograban cuestionar las nociones
de diferencia dominantes.
Fuente:
Carlos, integrante de Las Putas Babilónicas (2014). Entrevista con Daniela Calderón y Angélica Ramírez.
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