Ficha bibliográfica
“Evaluación Educativa para la Justicia Social”

Por Daniela Calderón G.

Síntesis y principales conclusiones:

Los autores parten afirmando la importancia de la evaluación en la demanda de una mayor justicia en educación, que contribuya a transformar la sociedad hacia una justicia social. Y para iniciar el tema, comienzan por aclarar qué es lo que será entendido como Justicia Social, lo cual caracterizan como un proyecto dinámico y que jamás alcanza su fin, el cual posee a la base tres elementos esenciales:

(1) La distribución (de recursos y bienes), que entiende a la justicia como distributiva, lo que implica cuatro principios básicos (la justicia igualitaria, la basada en las necesidades, la fundamentada en el mérito y la de acuerdo con la diferencia) que llevan implícitos, los modos y criterios de repartición, pero al analizar qué es lo que se distribuye se encuentran diferentes posturas, entre las cuales se encuentran la repartición de bienes primarios básicos, y por otro lado, la distribución centrando la atención en las capacidades que necesitan las personas para alcanzar los diferentes modos de vidas que desean.

(2) El reconocimiento, que entiende la justicia como relacional o cultural, centrándose en el respeto social y cultural de todas las personas, por medio de relaciones sociales justas donde no exista dominación cultural, y se reconozcan y valoren las perspectivas de todas las minorías sociales.

(3) La participación, donde la justicia se entiende como aquella que debe asegurar que las personas tengan acceso a asumir roles sociales activos en las tomas de decisiones que afectan su vida, y de forma equitativa para todos.

Al llevar esto al plano educacional por tanto, se plantea la necesidad de construir una educación donde resalten los tres principios que se derivan de lo anterior: una educación de alta calidad y justa distribución; de reconocimiento e identidad, que valore la diferencia; y de plena participación de todos y todas. Sin embargo, los autores aclaran que no bastan estos principios para lograr una educación desde y para la justicia social, sino que de base se debe buscar un consenso social respecto al fin de la educación, de modo que para ellos existe la necesidad de transitar desde una educación mercantil que sólo busca producir capital humano, hacia una que aspire al óptimo desarrollo de ciudadanos libres, tolerantes, democráticos, reflexivos, autónomos, y activos en la denuncia de injusticias sociales.

Considerando lo anterior, los autores plantean que para que exista una educación justa, se requiere de una evaluación justa. Esto implica varios aspectos; en primer lugar, la evaluación debe ser justa para todos los estudiantes, puesto que no basta con que se evalúen los procesos y resultados de los alumnos, sino que además, ésta debe considerar la diversidad del alumnado, con sus diferencias culturales, sociales, de género, etc. ya que todos aprenden de diferentes maneras. En segundo lugar, se debe evaluar el desarrollo integral de los estudiantes, y no sólo algunas dimensiones como la cognitiva, ya que igualmente importante son las socio-afectivas y éticas, siendo dimensiones altamente interrelacionadas. Además, debe evaluarse el grado de compromiso e implicación que los estudiantes poseen respecto de la justicia social, es decir, si están lo suficientemente comprometidos como para ser verdaderos agentes sociales de transformación. Por otro lado, la evaluación también debe contemplar cómo y en qué grado las escuelas promueven y favorecen la participación de la comunidad escolar, especialmente de los alumnos y sus familias, puesto que es crucial en la formación de ciudadanos que conviven y construyen en comunidad. Finalmente, se debe evaluar los procesos y desempeño de los alumnos, pero siempre desde la realidad de sus escuelas, considerando todos los factores institucionales que inciden en el desarrollo y aprendizaje, como lo son los profesores y el aula en todas sus características.

Posteriormente, los autores señalan que al evaluar la educación para la Justicia Social, se debe considerar tanto desde dónde se evalúa como qué se evalúa, siendo la primera, desde el principio de sociedades democráticas y una perspectiva de derechos humanos, y la segunda una serie de elementos básicos tales como: verificar la universalidad e igualdad en el acceso a la educación de calidad; evaluar la mixtura social y cultural de los estudiantes en escuelas y entre escuelas; evaluar la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje al interior del aula; evaluar las condiciones y recursos para aprender; verificar el respeto y ejercicio de derechos de los niños, niñas y jóvenes en la escuela; evaluar la participación de los estudiantes, familias y comunidad en la escuela; examinar la eficiencia interna de las escuelas; evaluar los resultados y desempeños académicos de los estudiantes incluyendo dimensión socio-afectiva, formación ciudadana, ética y valores; valorar la actitud y el compromiso de los profesores por los estudiantes y su futuro, y por la Justicia Social; evaluar el compromiso y las acciones de los directores por una educación para la Justicia Social; supervisar la gestión de los administradores, las redes y los apoyos externos.
Para cerrar, los autores concluyen que no basta con hablar de una evaluación para la Justicia Social, puesto que aunque se adscriba a dicho concepto, son múltiples las ideologías que puede haber a la base, de modo que los diferentes grupos sociales no están dispuestos a transar las mismas cosas para conseguir dicha justicia; lo mismo se observa a nivel escolar con los diferentes actores educativos, de modo que lo que se requiere es lograr un consenso social. Ahora bien, el riesgo de esto es que la evaluación sólo de cuenta de esta parte de la educación en que se han logrado acuerdos, por lo tanto, para que ésta contribuya a la Justicia Social debe asumir los tres principios orientadores de una educación justa ya mencionados. Sin embargo, aún queda mucho por avanzar, entre lo que destaca el uso de esta evaluación, puesto que el fin de la Justicia Social se derrumba si los resultados de las evaluaciones se utilizan de manera perversa, por ejemplo, para hallar responsables a quienes culpar cuando no se obtienen los resultados esperados.

Breve comentario:

El texto aporta entregando aspectos concretos que pueden orientarnos hacia una educación para la Justicia Social, yendo más allá de la utopía. Destaca el hecho de que los autores reconocen lo problemático de la existencia de múltiples ideologías a la base del entendimiento y práctica de conceptos como Justicia Social, por lo cual ellos se posicionan al hablar de ésta. De este modo, se explicita y visibiliza lo perverso del actual sistema educativo, lo que a su vez nos interpela a todos a posicionarnos como agentes sociales de verdadero cambio y transformación hacia la Justicia Social en términos concretos de equidad, calidad, etc. de modo que podamos distanciarnos de la actual educación de mercado, hacia una educación que reconozca y valide la diferencia y la diversidad, y que luche activamente por el desarrollo integral de las personas, reconociendo y promoviendo la participación de toda la comunidad, de modo que todos seamos capaces de denunciar y luchar por el cambio de las injusticias en el sistema educativo.

Citas textuales:

“(…) una educación desde y para la Justicia Social exige superar su actual condición de ser un servicio ofrecido, orientado y regulado desde criterios y principios de mercado, para pasar a aprehenderse y levantarse como un derecho ejercido en plenitud por todo niño, niña o joven en formación.” (Murillo, Román & Hernández, 2011, p. 11)

“(…) si se quiere avanzar en justicia, los sistemas de evaluación deben considerar la escuela en su integralidad y complejidad pedagógica, social y cultural, como el espacio que mejor información puede proporcionar respecto de la eficacia, eficiencia, pertinencia, relevancia y equidad de la educación que están recibiendo los niños, las niñas y los jóvenes.” (Murillo, Román & Hernández, 2011, p. 16)

“La evaluación que se necesita ha de considerar que la educación es más que las consecuencias medidas en estándares: es, principalmente, la experiencia de aprender y ser con otros; en un proceso en el que se distribuye no sólo el presente, sino también el futuro de los sujetos.” (Murillo, Román & Hernández, 2011, p. 17)

Referencia:
Murillo, F. J., Román, M. & Hernández Castilla, R. (2011). Evaluación Educativa para la Justicia Social. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 4(1), (7-23).

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