Ficha
bibliográfica
La
atención a la diversidad en las prácticas de evaluación
Por Miguel Soriano
Síntesis y principales
conclusiones.
La evaluación pretende
valorar las adquisiciones que han realizado los alumnos después de su
participación en un proceso de enseñanza y aprendizaje. La evaluación tiene 2
elementos esenciales, por un lado se encuentra las expectativas sobre lo que
aprende un alumno y por el otro las conductas observables, a lo largo de las
actividades de evaluación, que despliegan los alumnos. Este proceso valorativo
posee una intención comunicativa, la cual puede ser utilizada para distintos
fines e intenciones, es decir, no tan solo se evalúa algo (conocimientos,
conductas, etc.), sino que se evalúa para algo (Coll y Onrubia, 1994; en Coll,
Barbera & Onrubia, 2000). Esta intención comunicativa define todo el
proceso de evaluación, por ejemplo en los criterios e indicadores, en la selección
y planificación de las tareas concretas para evaluar, en la participación de
los alumnos, entre otros. En resumidas cuentas, las prácticas evaluativas, más
que una simple valoración del aprendizaje del alumnado, influyen de distintas
maneras a las prácticas educativas.
La evaluación
considerada en un contexto pedagógico o didáctico tiene la finalidad de mejorar
el proceso de enseñanza, de tal manera que los aprendizajes sean los más
amplios, significativos y profundos posibles. Se pueden distinguir 3 diferentes
maneras de evaluaciones de naturaleza pedagógica: A) la evaluación diagnóstica,
la cual busca adaptar las características de la enseñanza a los alumnos
(enseñanza adaptativa) o guiar a los alumnos hacia la enseñanza más coherente
con sus necesidades educativas; B) la evaluación formativa, es la que entrega
información correspondiente a la evolución del proceso de aprendizaje y permite
al docente mejorar su actividad docente; C) evaluación formativa, se da al
finalizar el proceso de enseñanza y pretende determinar en qué grado los
alumnos aprendieron. El problema surge cuando estas comienzan a confundirse,
debido al momento en el cual se realizan y a las decisiones pedagógicas que se
toman en torno a estas. Por ejemplo una evaluación sanativa a veces puede
cumplir la función de una evaluación diagnostica, o si se efectúa sucesivamente
efectúa una función formativa.
El panorama es más
complejo cuando la evaluación sumativa cumple más bien una función social, que
una función pedagógica. En este caso, la evaluación en la esfera social se
utiliza para certificar y acreditar que los alumnos se encuentran capacitados o
para indicar la calidad de la enseñanza. Tal situación se ve favorecida en
nuestra sociedad actual, la cual valora el ámbito social, más que el
pedagógico, destinado a proporcionar información útil para adoptar la enseñanza
a la diversidad de intereses, capacidades y motivaciones de los alumnos.
La función social de la
evaluación ha creado la actual cultura del test, valorando de esta manera el
aprendizaje de forma cuantitativa, unidimensional y estática. Es así como la
educación escolar se piensa de manera selectiva, en donde los mejores son los
que pueden seguir en ella. De este modo la capacidad de emitir juicios, el
análisis, la discusión y el proceso de aprehender el aprendizaje quedan fuera
de toda lógica. En este sentido, es necesario superar la cultura del test e
instaurar la cultura de la evaluación alternativa, en la cual la inteligencia,
motivación y las capacidades son variadas, y a la vez sujetas a modificación
por medio de las experiencias educativas.
La evaluación inclusiva
es un camino para instaurar la enseñanza adaptativa, en donde se prioriza función
pedagógica de la evaluación y no la social-acreditativa. Para esto es necesario
superar 4 puntos cruciales: el enfoque de la evaluación debe estar
estrechamente vinculado con el proceso de enseñanza, en tanto su función
formativa (ajustando la educación a las necesidades de los alumnos) como en su
función formadora (dar control a los alumnos en sus propios procesos de
aprendizaje; un programa evaluativo debe estar atento a la diversidad de
características en los alumnos, con el objeto de diversificar las actividades
de evaluación; la actividad de evaluación debe vincular la evaluación a la
enseñanza educativa, de tal manera que exista una adaptación de la evaluación a
las necesidades del alumno; y por ultimo las tareas de evaluación deben
diversificarse y flexibilizarse (en función del alumnado).
Breve comentario.
Respecto a las ideas
planteadas, concuerdo con muchas de ellas, sobre todo en la superación de la
actual cultura del test, de la cual probablemente todos estamos acostumbrados y
que hemos naturalizado con el paso del tiempo (lo peor es que aun la seguimos
avalando). Sin embargo, creo que los cambios en el modo de evaluación que se
puedan efectuar, no servirán de mucho si no es que se cambia por completo el
pensamiento de la educación o de la propia cultura, en la cual se valora a los personajes más exitosos(me refiero a aquellos
que han podido llegar a altos niveles educativos, sacrificándose por completo e
incluso aislándose del mundo), devaluando de este modo a todos aquellos con
inteligencias, motivaciones o capacidades distintas a las valoradas
culturalmente . Con esto quiero decir que es necesaria una revolución cultural
para poder instaurar un pensamiento inclusivo no tan solo en el aula, sino en
toda la sociedad.
Citas
“Adaptar las formas de
enseñanza supone, por un lado, diversificarlas, es decir, poner a disposición
de los alumnos un conjunto lo más amplio posible de formas diversas de ayuda y
apoyo; pero supone también, por otro lado, flexibilizar esas formas de ayuda y
apoyo, es decir, favorecer que los alumnos puedan recibir, en cada momento y en
función de sus necesidades, unas y otras” (Coll et al, p. 12, 2000).
“El avance hacia una
escuela con mayor capacidad para ofrecer formas de ayuda diversas y ajustadas a
las características individuales y las necesidades educativas de todo el
alumnado requiere ineludiblemente una transformación en profundidad de dichas
prácticas evaluativas” (Coll et al, p. 12, 2000).
Referencia:
Coll, C.; Barbera, E.
& Onrubia J. (2000). La atención a la diversidad en las prácticas de
evaluación. Infancia y Aprendizaje, 111-132.
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